Equo podría ser un intento de levantar un espacio verde embrionario y maltrecho, al menos esto es lo que quiere mucha de su militancia. Aunque no hay pócimas mágicas para hacerlo, lo que de ninguna manera puede valer es la falta de confianza y la renuncia a lo que da un mayor valor distintivo al propio proyecto político de Equo.
Un grave problema que tiene el proyecto Equo es el de no definir un espacio político propio y diferenciado de nacionalistas y de la izquierda tradicional, tal y como suelen hacer los partidos verdes en otros países europeos. La militancia de Equo habría de poder valorar críticamente el actual avance hacia el suicidio político de Equo, que de seguro se dará si después del su próximo congreso constituyente en el mes de julio continúa por el actual camino de descarrilamiento. Se trata de la muerte anunciada de un espacio verde que apenas ha acabado de nacer, aunque sin embargo era y es muy necesario en el mapa político español, y es una tremenda asignatura pendiente.
El reconocimiento de que algo va mal
Las actas de reuniones y los acuerdos orgánicos adoptados no son equiparables ni pueden suplantar lo que son los informes políticos de un equipo de dirección que se precie de serlo. Aunque la actual dirección de Equo no tiene el saludable hábito de practicar la transparencia mediante la realización de informes políticos contextualizados sobre la situación y coyuntura política, conviene sin embargo reconocer que los resultados electorales obtenidos por Equo han sido muy bajos. Más si cabe en el contexto político de una crisis económica que favorece mucho a los pequeños partidos y desgasta a los grandes. Y ya no vale la vieja excusa de decir que se es un partido de nuevo cuño dado que existe una continuidad histórica y no una ruptura con la antigua confederal de Los Verdes. Mucha gente y muchas legalidades del proyecto Equo y del manifiesto aprobado el 4Junio del 2011, son las mismas que eran en el pasado de Los Verdes. No hay un punto y aparte con los antiguos Verdes cuando el espacio político e ideológico, que al menos de palabra se dice que se quiere construir, es el mismo.
Pero la más clara y peor muestra del gran fracaso anunciado de Equo son los muy pobres resultados obtenidos por Juantxo Uralde por Madrid en las pasadas elecciones generales, cuando el contexto político era tan favorable. Nunca en la historia de veinte años de Los Verdes se ha contado con tanto apoyo mediático y tantos recursos y visibilidad, teniendo hasta el mismo periódico de El País y los medios del PSOE empeñados en dirigir a los votantes quemados por el gobierno PSOE hacia Equo. Pero incomprensiblemente desde Equo no se ha hecho análisis en profundidad sobre las causas fundamentales de este descalabro por Madrid, lo que era en realidad la esperanza, la bandera y el buque insignia para la emergencia del proyecto de Equo en su conjunto.
El mimetismo con Izquierda Unida
Reconocer con urgencia la distintiva apuesta verde de Equo mejoraría sus posibilidades políticas y electorales, y esto no sería incompatible con un programa de acción política altamente ambicioso en derechos ciudadanos y justicia social, y en favor de mayores cuotas de equidad en todos los ámbitos. Mediante la errónea idea de encerrar Equo en las paredes de la izquierda y en muchas de sus anquilosadas propuestas, se elimina de tajo el apoyo de una potencial ciudadanía que sí se siente preocupada por los desmanes ecológicos, pero que en nada se sitúa en los clásicos parámetros de la izquierda. El que Equo no se definiera como un partido de izquierdas, sino verde, no quiere decir que apueste por ser de derechas o de centro.
Algo central para afinar y acertar en la difícil estrategia de construcción del espacio político verde es tener en cuenta como se construye la preocupación pro-ambiental en términos sociológicos y culturales. Esta sensibilidad ambiental se crea desde lugares sociales bien diferentes y plurales, y no solo desde el estrecho reducto de las ideologías de izquierda. Una prueba evidente de esto son los grupos ecologistas, los que con la simple palabra: ecologistas, les basta y sobra para existir y para movilizar adhesiones y socios. A pesar de que muchos de sus activistas y socios sean de izquierdas, no se les ocurre llamarse: "izquierda ecologista"puesto que también llenan sus organizaciones con gente variopinta y muy plural en valores, actividades, clase, edad, estudios, ... No cometen el enorme error de desechar alegremente la diversa base sociocultural en la que se asientan.
Hay numerosas fuentes de estudios y datos empíricos que confirman esta pluralidad sociológica y cultural existente bajo las preocupaciones medioambientales y bajo las actitudes prácticas proclives al cambio a favor de la protección ambiental. Estas conclusiones habrían de ser los supuestos de partida en cualquier política verde que pretenda ir realmente en serio. Si se quiere convertir Equo en un naufragio sin posibilidad de reflote, lo mejor es encerrar el espacio verde exclusivamente en la izquierda, lo que excluye automáticamente a muchísima gente que no se autodefine como de izquierdas. El problema principal en el que se concreta esto no es el de la definición identitaria sino el de los contenidos de las propuestas y los mensajes públicos de Equo. No es un asunto de identidad, ni de pureza ideológica, ni de principios, sino de espacio político y de estrategia. Lo problemático no es que haya mucha gente dentro de Equo que se consideran de izquierdas, sino el que no sean capaces de convertirse en la “otra izquierda” en sus discursos y posiciones públicas, una tercera izquierda distintiva y llamada “verde”. Ni socialdemócrata ni poscomunista, y nítidamente diferenciada de Izquierda Unida (IU). Esto no quiere decir que toque solo hablar de problemáticas ecológicas, ya que se trata también de muchos problemas no directamente ambientales, y concebirlos desde otras ópticas alejadas de las anacrónicas ideas zombis de la izquierda: la no mecanicista, ni economicista, ni estatalista ni productivista. En algunos casos se trataría de ser más moderados.
Pero contrariamente a esto, la actual dirección de Equo opta por un proyecto que se declara por activa o por pasiva: de izquierdas. Esto se ve claramente en las consignas, los lemas, los panfletos, los comentarios en las redes sociales, las notas de prensa, en las entrevistas a J.Uralde y otros líderes. Es decir, esto significa en la práctica algo inaudito y casi esperpéntico (se quiera o no, se tenga o no consciencia y voluntad): significa llamar a votar a IU y no a EQUO. La razón es de ello es clara: no se aporta ninguna razón de peso para que los potenciales votantes den su confianza y voto a Equo, y no a IU. Significa solicitar el voto para un partido de izquierdas adversario. Implica el apostar por un espacio político ya ocupado, bien consolidado, y que ahora, en plena crisis económica, está en alza. Mediante este sinsentido practicado por parte de Equo se renuncia a todo un trabajo de distinción y diferenciación pública de IU. Insistir como se ha hecho en los lemas electorales con el: “no al bipartidismo”, en realidad también significa favorecer el voto hacia otras opciones políticas minoritarias que tienen más visibilidad y presencia política y parlamentaria que Equo.
Pero el espacio verde es en realidad ampliamente inclusivo y muy variado internamente. Socialmente cabe la izquierda verde en él, sí, pero también caben mucha más gente diversa y definida con otras escalas de valores políticos y ciudadanos. Esto es bien diferente al intento de meter y comprimir el espacio verde dentro del estrecho contenedor de la izquierda tradicional, lo que además de poner más piedras añadidas en el ya difícil camino, obliga a ser primero de izquierdas para a acercarse a Equo. Con ello se reduce y desecha su potencial para la vertebración y el enraizamiento social. Contrariamente, si Equo optara por dirigirse a toda una variedad sociológica y cultural, ampliaría su base electoral, tal y como hacen otros partidos verdes europeos con cierto éxito. Para poder realizarlo tendría que marcar fuertemente las distancias con IU buscando una neta diferenciación en sus propuestas e intervenciones públicas. Pero incomprensiblemente, Equo apenas hace nada de esto y desaprovecha con ello una gran cantidad de oportunidades políticas para diferenciarse de IU. Basta con darse un paseo por el portal público de su Web para comprobarlo. Cuando se suma a acciones unitarias junto a otras fuerzas políticas y sociales de la izquierda, Equo tampoco marca diferencias ni distancias, y con ello simplemente desaparece y se invisibiliza a percepción social.
Conviene recordar que cuando se reconoce la variable ambiental como la dimensión que inevitablemente constituye a toda acción humana y societal, no se la puede externalizar convirtiéndola en solo sectorial (tal y como hacen los partidos políticos productivistas). Se ha de colocar por tanto en el centro de toda acción política y todo problema, y no solo en los típicos apartados del “medio ambiente”, minorizados y desconectados del resto de problemáticas y prioridades. Por ello, son muchas las contradicciones que tienen las posiciones de IU con la filosofía verde y los partidos verdes europeos. No se trata de hacer destacar solo las diferencias ecológicas, sino también las que están en numerosos campos como son: la educación, la salud, los derechos digitales, los animales, la economía, la fiscalidad, el consumo, la producción, la ciencia, la tecnología, el europeismo, el modelo de estado, la política internacional. Alguna gente que ha votado a Rosa Diez o al PSOE, o incluso al PP, podría votar a EQUO si adoptara en sus intervenciones y propuestas otra orientación con un perfil propio y diferenciado, y no solo el ambiental. Este necesario empeño en diferenciarse de IU y en abrirse a la transversalidad y la pluralidad ciudadana con preocupación ambiental y social es la puerta que puede dar alguna esperanza política para Equo.
Pero nada de esto está ocurriendo en Equo a día de hoy, donde parece que se rechaza hasta la palabra "verde" ya consolidada social y políticamente. No aparece ni en la letra pequeña de los panfletos, ni en los textos y documentos orgánicos, y mucho menos en los titulares. Sus líderes vienen sustituyendo la simplicidad y nitidez de la palabra “verde”, ya acuñada y cuajada a percepción social, por eso que llaman la "ecología política”. Se trata de dar con ello todo un rodeo semántico que oculta la identidad central y distintiva: verde. Se renuncia así a la definición que comunica más y mejor mediante el uso de una abstracción no enraizada socialmente y apenas comprensible. ¡Todo un obstáculo añadido a la comunicación y a la visibilidad social de Equo!. Equo ganaría claridad comunicativa y reconocimiento ciudadano si optara sin reparos por definirse públicamente como lo hace el Partido Verde Europeo: “un partido verde". Sin más añadidos. Sin adjetivos ni aditivos que lo acoten. Dentro del espacio verde sí que cabe la izquierda reconvertida, pero también cabe más gente y más sensibilidades, no solo las provenientes de la izquierda. Existen otros ejes posibles de definición política que dan cabida en el espacio verde a planteamientos muy plurales, como pueden ser las ideas liberales sobre derechos individuales, los valores libertarios contra el estatalismo, la defensa de los derechos de los animales, el ecosocialismo, el pacifismo, el ecofeminismo, entre otros.
El hacer posible y realizable la esperanza de Equo obliga a crear un espacio verde con marcadas fronteras en el mapa político. Esto aconseja adoptar un perfil propio y netamente diferenciado de otros partidos que se dicen de izquierdas. Es todo lo contrario de convertir Equo en un simple clon o en un hermano gemelo de IU, pero carente de espacio político posible mediante la autodestructiva estrategia de la “izquierda verde”. Equo no puede competir y desbancar a IU en fuerza, presencia, visibilidad, distinción, recursos y consolidación. Además, IU tampoco va a renunciar al marketing y a unos discursos con pinceladas verdes que le son ventajosos para confundir y arrastrar votantes con sensibilidad ambiental. Para conseguirlo, IU se arropa de acuerdos y alianzas leoninas con algunos de los muchos partidos fantasmas y legalidades verdes existentes. Siempre tendrá a su puerta unos gestores de siglas verdes dispuestos a entregar el nombre y los logos verdes tan buscados por IU en los periodos electorales a cambio de recibir una miserable “pensión alimenticia” o un “plato de lentejas”.
Conviene recordar que cuando se reconoce la variable ambiental como la dimensión que inevitablemente constituye a toda acción humana y societal, no se la puede externalizar convirtiéndola en solo sectorial (tal y como hacen los partidos políticos productivistas). Se ha de colocar por tanto en el centro de toda acción política y todo problema, y no solo en los típicos apartados del “medio ambiente”, minorizados y desconectados del resto de problemáticas y prioridades. Por ello, son muchas las contradicciones que tienen las posiciones de IU con la filosofía verde y los partidos verdes europeos. No se trata de hacer destacar solo las diferencias ecológicas, sino también las que están en numerosos campos como son: la educación, la salud, los derechos digitales, los animales, la economía, la fiscalidad, el consumo, la producción, la ciencia, la tecnología, el europeismo, el modelo de estado, la política internacional. Alguna gente que ha votado a Rosa Diez o al PSOE, o incluso al PP, podría votar a EQUO si adoptara en sus intervenciones y propuestas otra orientación con un perfil propio y diferenciado, y no solo el ambiental. Este necesario empeño en diferenciarse de IU y en abrirse a la transversalidad y la pluralidad ciudadana con preocupación ambiental y social es la puerta que puede dar alguna esperanza política para Equo.
Pero nada de esto está ocurriendo en Equo a día de hoy, donde parece que se rechaza hasta la palabra "verde" ya consolidada social y políticamente. No aparece ni en la letra pequeña de los panfletos, ni en los textos y documentos orgánicos, y mucho menos en los titulares. Sus líderes vienen sustituyendo la simplicidad y nitidez de la palabra “verde”, ya acuñada y cuajada a percepción social, por eso que llaman la "ecología política”. Se trata de dar con ello todo un rodeo semántico que oculta la identidad central y distintiva: verde. Se renuncia así a la definición que comunica más y mejor mediante el uso de una abstracción no enraizada socialmente y apenas comprensible. ¡Todo un obstáculo añadido a la comunicación y a la visibilidad social de Equo!. Equo ganaría claridad comunicativa y reconocimiento ciudadano si optara sin reparos por definirse públicamente como lo hace el Partido Verde Europeo: “un partido verde". Sin más añadidos. Sin adjetivos ni aditivos que lo acoten. Dentro del espacio verde sí que cabe la izquierda reconvertida, pero también cabe más gente y más sensibilidades, no solo las provenientes de la izquierda. Existen otros ejes posibles de definición política que dan cabida en el espacio verde a planteamientos muy plurales, como pueden ser las ideas liberales sobre derechos individuales, los valores libertarios contra el estatalismo, la defensa de los derechos de los animales, el ecosocialismo, el pacifismo, el ecofeminismo, entre otros.
El hacer posible y realizable la esperanza de Equo obliga a crear un espacio verde con marcadas fronteras en el mapa político. Esto aconseja adoptar un perfil propio y netamente diferenciado de otros partidos que se dicen de izquierdas. Es todo lo contrario de convertir Equo en un simple clon o en un hermano gemelo de IU, pero carente de espacio político posible mediante la autodestructiva estrategia de la “izquierda verde”. Equo no puede competir y desbancar a IU en fuerza, presencia, visibilidad, distinción, recursos y consolidación. Además, IU tampoco va a renunciar al marketing y a unos discursos con pinceladas verdes que le son ventajosos para confundir y arrastrar votantes con sensibilidad ambiental. Para conseguirlo, IU se arropa de acuerdos y alianzas leoninas con algunos de los muchos partidos fantasmas y legalidades verdes existentes. Siempre tendrá a su puerta unos gestores de siglas verdes dispuestos a entregar el nombre y los logos verdes tan buscados por IU en los periodos electorales a cambio de recibir una miserable “pensión alimenticia” o un “plato de lentejas”.
Las amputaciones territoriales de Equo
Se da una anómala entrega del proyecto Equo en algunos territorios, como el valenciano y el balear, a otros partidos consolidados en ámbito autonómico, con definido perfil ideológico nacionalista y con base electoral propia y alejada del tejido social de los partidos verdes. Esta extraña situación también anuncia el descalabro político de Equo. Se trata de unos partidos foráneos que restan y no suman al proyecto estatal de Equo, y que en realidad ninguna intención tienen de que emerja un nuevo partido verde, unitario, fuerte y autónomo, y llamado Equo. Es la razón por la que más de un centenar de militantes verdes inicialmente ilusionados han abandonado Equo en suelo valenciano.
La programada desaparición de Equo en estos territorios no es poco, es muchísimo si se tiene en cuenta la base poblacional y electoral de los mismos. Desde la dirección de Equo esto se justifica como "excepciones" en comparación con el resto de territorios Equo. Pero realmente lo que se hace es satisfacer los particulares intereses electorales de estos partidos que quieren gestionar Equo "desde dentro y desde fuera a la vez" bajo la exigencia de unas condiciones muy dañinas para el conjunto de Equo, como son el abandono del uso del nombre Equo en la vida política; un modelo organizativo confederal con soberanía territorial; unos futuros convenios de colaboración con Equo, …. Para los millones de ciudadan@s y electores de la geografía catalana desaparecerá entonces el espacio verde unitario que en teoría se busca construir con Equo. Ni oportunidad tendrán de tener unas papeletas con la palabra Equo en las mesas electorales. Se trata además de un retroceso en toda regla si se compara con la anterior confederal de Los Verdes. Esta nunca partió en trozos territoriales el proyecto para ceder su gestión y control a otros partidos políticamente adversarios. A partir de los resultados en votos obtenidos por la colación nacionalista de partidos valencianos llamada Compromís, que ahora cuenta con un diputado nacional, se presupone equivocadamente que dan a Equo cierta credibilidad frente a los porcentajes de voto muy bajos o marginales obtenidos por las candidaturas de Equo en el resto estado.
Pero esto es dividir y romper, y nada tiene que ver con la unidad ni la unificación que inicialmente se proclamaba por todo lo alto. El diputado nacionalista obtenido es producto directo del apoyo electoral obtenido por los partidos de la coalición Compromís, cuyos votos son sobre todo los de uno de los partidos integrantes de dicha coalición: el Bloc Nacionalista Valencià (BNV), que no pertenece al proyecto Equo. No forma parte de los partidos que firmaron el manifiesto del 4J de Equo. El BNV es un partido decididamente nacionalista que viene rozando el 5% del voto en las elecciones autonómicas. La coalición de Compromís es sencillamente otro proyecto político en suelo valenciano, con otra base social y electoral, y con otro programa e ideología. El que por parte de la actual dirección de Equo se quieran apuntar estos votos y este diputado como parte de un supuesto éxito electoral de Equo es un engaño contable descomunal. Además, los partidos que representan a Equo en suelo valenciano insisten en autodefinirse como “ecosocialistas”, con lo que se hacen excluyentes y restan apoyo social al proyecto por las razones antes comentadas.
Iniciativa per Catalunya-Verds (ICV) tutela en la sombra todo el proceso de Equo e impulsa su nefasta constitución como “izquierda verde” o “ecosocialista” desde el inicio y a través de la Fundación Equo. Este partido catalán ICV es en la práctica el gran inspirador de la actual estrategia suicida de Equo: la de amputar territorios y embarcarse en la indistinción con la izquierda comunista. Hasta en la misma página principal de la Web oficial de Equo se da un tratamiento especial de hermandad a ICV y se anuncia la existencia de un convenio de colaboración con ICV. Se da un lugar estelar a ICV como si fuera un partido afín o en alianza electoral con Equo, cuando paradójicamente resulta que en la práctica real ICV ha sido un coaligado de IU en las elecciones generales y autonómicas, y con ello es un claro antagonista político-electoral de Equo a día de hoy. Así ha sido en las pasadas elecciones generales y muy probablemente así será en las próximas europeas. Aunque ICV se empeñe en ocultarlo ante el Grupo Verde del Parlamento Europeo y ante el Partido Verde Europeo afirmando que irán en coalición con Equo y que abandonaran su eterno matrimonio con IU a las próximas europeas.
En conclusión, el camino a seguir no es sencillo y no hay recetas fáciles ni atajos rápidos para colocar una opción verde en el mapa político español. La continuidad y el éxito de Equo dependerá de la construcción estratégica de un proyecto diferencialmente verde, abierto internamente a muchas sensibilidades y enraizado socialmente con las preocupaciones socioambientales. Esto a su vez exige un profundo debate interno y una redefinición del espacio político y la identidad de Equo para diferenciarla y alejarla de IU.
Mara Cabrejas
Mara.Cabrejas@uv.es
Mara Cabrejas
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