lunes, 21 de junio de 2010

NOTA DE PRENSA DÍMELO A LA CARA

Estimados compañeros de los medios de comunicación:

Os remitimos esta nota de prensa de la campaña DÍMELO A LA CARA, en la que participan activistas de la Coordinadora Verde de Madrid.

Visita a Díaz Ferrán en calzoncillos

Un grupo de activistas de la campaña DÍMELO A LA CARA, impulsada por la CGT y abierta a los movimientos sociales, acudirán mañana, martes, 22 de junio, a las 11 de la mañana, a la sede madrileña de la CEOE para entregarle a su presidente, Gerardo Díaz Ferrán, una carta abierta escrita por los miembros de dicha campaña.

En esta carta se le invita al líder de la patronal a participar en la manifestación que también tendrá lugar frente a la CEOE el sábado 26 de junio, a las 19 horas (calle Diego de León, 50), para que así tenga la oportunidad de decir a la cara a los manifestantes qué derechos deben perder para que los grandes empresarios sigan ganando.

Los activistas acudirán en calzoncillos y tapados con cartones, ya que perciben sueldos precarios y no tienen posibilidad de mejorar sus condiciones laborales, debido a que esto enfadaría a los mercados, a nuestros políticos y a la patronal.

Carta abierta a Gerardo Díaz Ferrán…y a todos los demás


Señor líder de la patronal:

Hoy estamos aquí, ante la sede de su organización, con la finalidad de entregarle esta invitación para participar en la manifestación que se celebrará también en este mismo lugar el próximo sábado, 26 de junio, a las 19 horas. Ese día nos gustaría contar con su presencia para que nos dijera a la cara a los presentes, la clase trabajadora de este país, qué es lo que tenemos que seguir perdiendo para que ustedes continúen aumentando sus ya importantes privilegios.

Somos conscientes de que piensa rechazar nuestra propuesta. No se preocupe, su presencia tampoco nos es grata. Sin embargo, no nos dirigimos a usted por ningún tipo de animadversión hacia su persona. Si no fuera usted el presidente de la CEOE, su puesto lo ocuparía otro empresario con un perfil muy parecido. Tal vez sería alguien que gestionara mejor sus propias empresas, aunque no necesariamente. Los grandes empresarios no suelen ser buenos gestores. Lo que les caracteriza más bien es que saben sacar provecho de la ruina ajena. Por eso usted los representa tan bien.

Cuando usted dice que debe abaratarse nuestro despido y que nuestras cotizaciones sociales tienen que ser recortadas, sabemos que está formulando algo más que el punto de vista de la patronal. Rendido como está este gobierno a los poderes financieros y empresariales, y ante la absoluta falta de legitimidad social de los sindicatos mayoritarios, somos conscientes de que nos está anunciando lo inevitable. Al menos mientras no consigamos cambiar las cosas. Para eso estamos aquí, porque no todos y todas nos hemos rendido, señor Díaz Ferrán.

También queremos recordar, no sólo a usted, sino también a esos que se dicen socialistas, que tanto caso le han hecho finalmente, que cuando se insiste machaconamente en esa vergonzosa propaganda de que “hay que arrimar el hombro”, lo que nos están pidiendo son sacrificios a los ya sacrificados. En este país hay más de nueve millones de pobres. De nuestros socios comunitarios, sólo nos superan Grecia y Portugal en este vergonzoso apartado.

A estos hay que sumar a los privilegiados que tienen el lujo de ser explotados en un trabajo. Dentro de este grupo, los mileuristas y minusmileuristas suponen la gran mayoría, y a ellos hay que sumar a esos más de cuatro millones de parados, a sabiendas de que posiblemente sean muchos más.

Es decir, España es un país compuesto por pobres, parados y por personas que, aunque ganan un salario, difícilmente pueden sufragar sus necesidades básicas con el mismo. Nuestros gobernantes piden que arrimemos el hombro, pero ellos jamás se arriman a nuestra realidad. Ni siquiera la tocan con la punta de los dedos.

Usted también sabe, señor líder de la patronal, que el verdadero objetivo de esta reforma laboral no es crear empleo. Algunos ingenuos probablemente habrán picado, pero no Díaz Ferrán. Los grandes empresarios saben que en un país donde se despide tanto, el despido no puede ser el problema.

Esta reforma lo que busca es simplemente que ustedes todavía lo tengan más fácil para seguir acumulando sus beneficios sin tener que reparar en molestas leyes laborales. En realidad este es su único estorbo, ya que hace tiempo se deshicieron de sus últimos escrúpulos morales.

El verdadero objetivo de esta reforma es que los empresarios puedan ganar todavía más, y por tanto tengan más dinero para apostar en esa ruleta de la especulación que es la economía global. Lo malo es que tener más dinero para la ruleta no garantiza el éxito en el juego. La bolita, que casi siempre está trucada por la banca, que es la dueña del casino, puede volver a traicionarles.

Pero no se preocupen, señores del casino, en caso de que la ruleta falle, la clase trabajadora volverá a ser la que pague su ludopatía, si hace falta con más reformas laborales. Ya llevamos seis en menos de 30 años. Todas y cada una de ellas han sido fieles a la ortodoxia neoliberal. Sin embargo, la fe en el mercado no ha conseguido solucionar el problema del empleo en este país. Tal vez porque en realidad no se trataba de eso.

Mientras tanto, la ruleta sigue girando, y en ella está en juego algo más que la codicia de ustedes. También se juega nuestro futuro. Por eso no nos vamos a callar. Algún día asaltaremos el casino y dejará de ganar siempre la banca. Aunque usted no quiera decirnos nada a la cara, señor Díaz Ferrán, nosotros no vamos a dejar de mirarles a ustedes. Todavía no se ha acabado el juego, y no tenemos ninguna intención de dejar de jugar.

DÍMELO A LA CARA

MÁS INFORMACIÓN:

Marcos Gutiérrez:
605 126 576
626 269 948

Daniel Jiménez:
652 794 454

www.dimeloalacara.org
http://dinosloalacara.blogspot.com
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cgt.dinosloalacara@gmail.com

sábado, 19 de junio de 2010

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Planteamiento general

Hace 10 años surgió en Seattle el llamado movimiento antiglobalización, que realmente fue una respuesta a la falta de democracia política y económica que caracteriza a la sociedad actual en todos los rincones del planeta. La principal causa es la planificación mundial de la actividad económica siguiendo los intereses de una minoría privilegiada, formada por las grandes corporaciones empresariales y financieras, coaligadas con la casta política dominante, a la que apoyan económicamente con la finalidad de monopolizar el poder.

El resultado de este maridaje del poder empresarial, político y financiera, es que los centros de decisión se han separado de la ciudadanía. Las necesidades y preferencias de los ciudadanos de un país cualquiera no son determinantes para los dirigentes políticos, que siguen siendo dirigentes, pero han dejado de ser representantes. Wall Street tiene mucho más peso para las decisiones de éstos que el mandato popular.

Si mañana un líder político decidiera llevar a cabo un programa verdaderamente ambicioso de reformas sociales a favor de las clases populares, sabemos cuál sería la primera consecuencia: los capitales financieros huirían al instante, amparados en la desregulación del sistema financiero internacional, que hace extremadamente sencilla la fuga de capitales. Además, ese gobernante lo tendría muy difícil para conseguir financiación por parte de las entidades bancarias, que inmediatamente le restringirían el crédito. Tampoco podría pedir fondos al FMI o al Banco Mundial, que siempre exigen medidas draconianas en el sentido de mayor liberalización, privatización y desregulación.

En este contexto, queda claro que es totalmente imposible hablar de auténtica democracia. Por esta razón se hace indispensable promover un movimiento social que recupere la democracia para los ciudadanos. El nombre que he puesto a este proyecto es Democracia 21 porque creo que este debe ser el reto de este siglo, que ha visto fracasar la democracia representativa, y debe caminar hacia nuevas formas de democracia participativa.

Es necesario que este movimiento corrija un terrible fallo histórico que ha caracterizado a demasiadas iniciativas populares, que han desligado frecuentemente los derechos políticos de los económicos. Esta es la trampa que ha provocado que numerosos programas de reformas, profundamente ambiciosos de partida, se quedaran en nada. Esto pasó en Sudáfrica con el Freedom Charter del partido de Mandela, o en Polonia con el movimiento Solidaridad, y en otra escala con los templados programas socialdemócratas europeos, que al final siempre han terminado condicionados por el sistema económico liberal.

Es además la hora de romper una asociación de términos impuesta por la cultura intelectual imperante. Una asociación que no deja de ser aberrante: la democracia y el libre mercado. La democracia es lo que debe ser libre, y el mercado es tan sólo una estructura más dentro de la actividad económica. La economía significa gestionar recursos para satisfacer las necesidades de la población. Economía no tiene que significar comercio necesariamente. La democracia en cambio siempre tiene que significar libertad en el sentido de verdadero poder de decisión de la gente sobre los asuntos públicos.

Democracia participativa

Cada cuatro años se nos dice a los ciudadanos que somos los protagonistas de la democracia y se nos llama a ejercer ese protagonismo en las urnas. Pasado el sagrado momento del voto, el ciudadano ya no cuenta. Ha delegado su soberanía popular en otras personas pertenecientes a una casta política profesional. Personas a las que probablemente no llegue a conocer en su vida, cuando menos a interpelar.

Si entendemos democracia por algo más dotar al estado de un sistema de delegación política que periódicamente celebra elecciones para renovar los mandatos, tenemos que concluir que no vivimos en una auténtica democracia. Al menos no en su forma radical, en el sentido de ir a la raíz del término, que significa que el pueblo tiene el poder. Si tiene el poder, lo tiene todos los días, y lo debe ejercer todos los días.

Una primera consideración básica es que el ciudadano sólo podrá ser el actor decisivo si el poder se descentraliza y baja hasta el ciudadano. Se hace imprescindible por tanto que el núcleo de la actividad política deje de ser el estado centralista y la región para pasar a situarse en el municipio, que es la administración más cercana por definición.

El estado y la región han de servir como elementos de cohesión social, en el sentido de servir de agentes correctores de las desigualdades entre municipios y entre regiones, ayudando más a quien más lo necesita según principios redistributivos de la riqueza. Estos mismos principios también deben guiar al municipio, que además debe servir de puente con los ciudadanos.

Los municipios deben dotarse de presupuestos participativos amplios que abarquen aspectos esenciales, y no meramente anecdóticos, de la gestión pública. En todo caso, la decisión del pueblo tiene que guiar las líneas políticas esenciales en asuntos como las infraestructuras públicas básicas (hospitales, colegios, guarderías, residencias, transporte) y la orientación del gasto social. Para ello hay que desarrollar mecanismos de consulta, tanto digitales, a través de Internet, como presenciales, con referendos siempre vinculantes.

Si hablamos de grandes municipios con juntas de distrito, estas juntas deben estar compuestas por cargos nombrados directamente por la población de dicho distrito, y no por el alcalde, y deben ser además juntas con competencias reales, también sobre materias que realmente interesen a la ciudadanía.

Otro asunto determinante es el poder de fiscalización del pueblo sobre la actividad del gobernante. Un primer paso es que el miembro de un partido sea designado previamente por las bases de la formación para estar en una lista electoral. Lista electoral que deberá ser siempre abierta.

También hay que habilitar mecanismos para que, en el caso de que el representante haya incurrido en alguna ilegalidad, y así sea dictaminado por sentencia judicial firme, se le pueda obligar a dejar su acta. Y en el caso de que la ciudadanía esté descontenta con su gestión, sin tener que mediar necesariamente ninguna actuación ilegal, y sin tener que haber agotado tampoco la legislatura, debería ser viable la convocatoria de un referéndum en el que se decida sobre su continuidad o su destitución.

Todo esto descansa en otro principio político básico: una democracia de concepción tan radical es incompatible con una forma de estado en la que una familia detente por derecho de nacimiento la jefatura de ese estado. En una democracia real, el único soberano es el pueblo. El rey no puede ser electo ni revocado por el pueblo, y por tanto no debe ser partícipe de un sistema como este. Defendemos un sistema republicano popular, federal y radicalmente democrático.

Democracia económica

El mercado es una institución social, y como en toda institución social, se generan en su seno relaciones de poder, económicas y no económicas. La globalización neoliberal se caracteriza por ser el cauce de unas relaciones de poder extremadamente desiguales. Esta es la razón de que países cuya población se muere de hambre exporten alimentos. También es la causa de que los agricultores se arruinen debido a que los precios en origen de sus productos les impiden cubrir costes, al mismo tiempo que los intermediarios obtienen unas ganancias fabulosas a costa de los consumidores.

Si los actores económicos más poderosos operan a escala transnacional, como es el caso de las corporaciones empresariales, hay que exigir a los estados la implantación de formas de fiscalización de las actividades económicas a nivel internacional. Mecanismos de control y de arbitraje que no deben continuar en manos de la Organización Mundial del Comercio, entidad dominada por estos mismos intereses de las transnacionales, sino que deben descansar en un sistema de las Naciones Unidas reformado para que represente a todas las economías del mundo, dotado además de una capacidad de sanción efectiva.

El criterio que debe guiar a estos mecanismos de control parte de la escena internacional para acabar en lo local, llevando a la práctica el principio de “piensa globalmente, actúa localmente”. Los recursos que posea un determinado pueblo deben estar al servicio del desarrollo de ese pueblo. Si esto no sucede de dicha manera, hay que intervenir. No es lícito, por ejemplo, que para un país como el Congo sea una condena y no una bendición el disponer de las mayores reservas de coltan del mundo.

El escenario local debe ser la base de la actividad económica, siempre siguiendo criterios social-solidarios. Se trata de terminar con las grandes distancias entre los centros de producción y de consumo. Esas distancias son ineficientes desde el punto de vista energético, al ser necesario un gran gasto en el transporte de las mercancías, proceso que aparece ligado tanto a la supremacía de los intermediarios como a la subida de los alimentos básicos originada por el consumo de petróleo. Otro factor asociado es la especulación con las materias primas básicas en los mercados financieros internacionales.

Frente a este escenario, producto de la globalización económica, la economía local y solidaria tiene múltiples ventajas. Si el eje de la actividad es el municipio, se eliminan los excesivos gastos de transporte y por tanto se reduce el combustible necesario y las emisiones que produce la quema de ese combustible. También se elimina la figura del intermediario, permitiendo que la actividad económica sea realmente libre y esté regida por los intereses de productores y consumidores libres.

Si analizamos la estructura interna desde el punto de vista del productor, la economía social solidaria apuesta por las estructuras cooperativas que permitan el control de las empresas por parte de sus propios trabajadores. Todo el beneficio que se obtenga estará ligado por tanto al rendimiento de la actividad productiva, y no a la especulación financiera a expensas de la misma. Así se eliminan además los altos sueldos y los bonus percibidos por los ejecutivos empresariales. Esta clase social sólo opera para aumentar lo que se llama “el valor del accionista”, es decir, para que las acciones suban cada vez más y se obtengan más y más beneficios. Dicha filosofía exige la reducción de costes de la actividad productiva, que acaba trasladada en gran parte a la región más subdesarrollada del planeta, lo cual genera empleo precario y desempleo a gran escala en los países ricos y la explotación esclava e infrahumana de las personas y los recursos en los países pobres. Estas políticas deben ser desterradas, y por tanto la figura de la alta dirección corporativa tiene que desparecer para apostar por las empresas controladas y administradas por sus propios trabajadores.

Siguiendo con el razonamiento anterior, la economía globalizada también está inevitablemente ligada al fenómeno del consumismo, ya que los poderosos agentes transnacionales han desviado la producción de sus mercancías a los lugares del planeta en los que es más barato producir. De este modo se consiguen precios baratos y resulta más factible comprar muchos más productos con menos dinero. Que para ello sea necesario explotar mano de obra esclava y los recursos naturales de otros países es lo de menos. Lo importante es que el consumidor occidental dispongan de una gama de productos de consumo cada vez mayor, e identifique su personalidad con las elecciones que realiza en el mercado de consumo, merced a la manipulación ejercida por los medios de comunicación de masas y la publicidad.

La economía local regida por criterios social solidarios se ciñe en cambio a las necesidades reales de la población, ya que en primer lugar emplea los recursos propios, y sólo importa las materias primas que realmente necesita. Materias primas que serán más caras, pero que tendrán un precio realmente justo que garantice que no serán explotadas las personas y los territorios de procedencia de esos recursos. Las relaciones comerciales entre países y entre regiones deben seguir estos criterios de comercio justo para conseguir un desarrollo que de nuevo parte de lo internacional para llegar a lo local.

Llevar a la práctica este modelo de desarrollo supone abandonar el dogma del crecimiento ilimitado de actividad económica En una primera fase inicial, esto se podría llamar decrecimiento. Aunque si estamos hablando de la sustitución de lo cuantitativo por lo cualitativo, tenemos que concluir que el decrecimiento es una transición hacia otro modelo económico nuevo que antepone el desarrollo integral de las sociedades al crecimiento basado sólo en criterios economicistas.

Cómo se articularía la defensa de este modelo

Para trasladar todos estos valores a la ciudadanía, es necesario hacérselos fácil de entender, por un lado, y por otro hay que intentar ganarse el apoyo de plataformas y organizaciones que ya están de una u otra manera en estas luchas.

Es primer lugar, debemos construir, a ser posible codo con codo con las entidades interesadas, un centro de difusión de estas ideas a gran escala. Hay que crear una plataforma que sea visible y cuyos mensajes sean comprensibles y atractivos para los grandes medios de comunicación de masas. Se trata de ganar la batalla ideológica, campo en el que se ha impuesto el dogma neoliberal de forma tan clara debido a que la derecha sí ha entendido la necesidad de apostar por la promoción de las ideas. Las grandes fundaciones de estudios políticos y de difusión de ideas son de derechas, fenómeno que se puede apreciar claramente en EE. UU, donde existe todo un enorme entramado de fundaciones y asociaciones dedicadas a esta labor, y que son financiadas por los grandes poderes políticos y corporativos (recomiendo leer “El Pensamiento Secuestrado” de Susan George, vicepresidenta de ATTAC, para profundizar más en esta cuestión).

En cambio, la izquierda nunca entendió esto de financiar ideas. Lo del intelectual orgánico de Gramsci no parece haber fraguado en terreno propio, sino más bien en el del enemigo. En los últimos tiempos parece que se ha rectificado algo esta tendencia, pero su presencia en este ámbito sigue siendo bastante templada, y actualmente sigue sin ser comparable, por poner un ejemplo, la labor que FAES desempeña en el PP con la que desarrolla la Fundación de Caldera en el PSOE.

También es básica la presencia en la calle con campañas y acciones. La acción al fin y al cabo no es más que una manera de llevar a la práctica la ideología. Una buena manera es contactar con las entidades interesadas en sumarse. Las asociaciones de la economía social (REAS, CEPES, COCETA) y las plataformas que apuestan por la participación ciudadana, como SomosMadrid y los movimientos sociales en general, también pueden ser un apoyo. Y por supuesto, los movimientos antiglobalizadores y los sectores republicanos también se pueden sentir identificados. Con todos ellos se pueden idear no una, sino muchas campañas con fuerza para movilizar a la opinión publica.

Es por tanto factible tejer un movimiento social transversal que llegue a múltiples espacios, como partidos políticos, sindicatos y otros movimientos sociales, siempre que sepamos configurar claramente las líneas básicas del proyecto y también la manera en que vamos a comunicarlo, tanto a nuestros potenciales aliados como a la sociedad en general.